In Familia, Infancia, Venezuela

Despedimos el año 2017… ¡Feliz Año Nuevo 2018!

año nuevo

Arrancó el año nuevo 2018. El día 31 de diciembre, despedimos el año reunidos en familia y con amigos muy cercanos. Al igual que en la Navidad, tratamos de mantener nuestros platos típicos de la época y revivimos cada año la tradición de contar las campanadas y abrazarnos fuerte, al indicarnos el reloj que se ha ido el año viejo. Así se hace en cada hogar venezolano y así lo hacemos nosotros los venezolanos que vivimos en Sanford. Esta vez, como ya es costumbre, estuvimos en la casa de Yara y Freddy, quienes se esmeraron en hacer de su casita el lugar mágico para despedir el año y recibir con honores el año venidero 2018, muchas gracias en nombre de quienes estuvimos presentes y pudimos disfrutar de todo.

Como les referí en la publicación anterior, la de Navidad, la nostalgia es mi gran compañera de estas fechas, por supuesto no podía abandonarme ese día en el que tantos recuerdos gratos vienen a mi memoria. Los 31 de Diciembre, solíamos pasarlos con mi familia paterna en mi natal Puerto Cabello. De regreso de la celebración del 24 de diciembre en Lagunillas, Edo. Zulia, con mi familia materna, llegábamos a Puerto Cabello, a la casa de mi tía Rita, quien vivía justo al lado de mis abuelos, a prepararlo todo para despedir el Año Viejo y recibir el Año Nuevo.

Mi tía Rita ya nos esperaba, contenta con nuestra llegada y con los ánimos listos para los preparativos del día 31 de Diciembre, desde mi nacimiento hasta que ella y mi abuela fallecieron, esa fue la tradición, llegábamos el 29 o el día 30 a acomodarlo todo para ese día. Mis abuelos también se preparaban, recuerdo ese ir y venir de una casa a la otra, mis tíos entraban y salían también, venía cada uno con sus familias a visitar a los abuelos y ahí aprovechábamos los primos de vernos y jugar aunque fuese poco o mucho el tiempo de la visita. Mi abuelito José Angel, hacía chistes y provocaba a veces a mi abuela que rápidamente salía de sus quehaceres a ponerle fundamento a este personaje que nunca pero nunca abandonaba su buen humor. Mi abuela Ramona, Angela Ramona, su nombre completo, pasaba el día entero cocinando, sus piernas lo resentían un poco, pero aun así, no recuerdo verla descansar sino al momento de dormir, tomaba un baño todas las noches y cambiaba su batica por una limpia y se acostaba a ver un rato de televisión, le encantaba ver su novela y pelear desde su cama con los actores.

Ya en la manaña del 31 de diciembre de cualquier año de mi niñez, teníamos todo dispuesto para el cañonazo, así decía mi tía Rita, desde muy temprano ella ponía su música, no podía faltar, Julio Jaramillo, Un Solo Pueblo, Pedro Infante, Jorge Negrete, esa era la música de mi tía. Me gustaba verla feliz, en la noche tomaba una copita de algo, no era de mucho tomar, pero disfrutaba el momento de la llegada del nuevo año, recibíamos el año con ella e inmediatamente íbamos a casa de mis abuelos a abrazarlos y darles el “¡Feliz Año!”. Entraban algunos vecinos, venían algunos de mis tíos y luego de comer, comer y comer, nos íbamos a la cama. Que bonito recordarlos y revivir esos momentos en los que todos parecían olvidarse de los problemas y lo importante era sacar adelante la tradición y despedir el año como se acostumbraba, celebrando, comiendo, tomando.

Siempre fue muy emotiva la despedida del año, no faltaban las lágrimas, unas de tristezas y otras de alegrías, es de las tradiciones más bonitas que aún se conservan en mi tierra, a pesar de todas las cosas y de lo muy dura de la situación en mi país, la gente, mi gente en Venezuela, se reunió para despedir el año 2017 y recibir con esperanza este año 2018.

Con el mejor y mayor deseo de dicha, paz y prosperidad en cada hogar y en cada lugar del mundo, despedimos este año 2017 con esta publicación. En homenaje a esas dos casitas en Puerto Cabello, humildes en muchos sentidos pero muy ricas y abundantes en amor, en ese lugar donde aún suenan las canciones de mi tía Rita y se siente el calorcito de la cocina de mi abuela, ahí donde tantas veces me comí las 12 uvas del tiempo, escuchando el poema de Andres Eloy Blanco, ahí donde la nostalgia me lleva y abrazo con tantas ganas esos recuerdos.

feliz año nuevo

¡FELIZ AÑO NUEVO 2018 para todos!

Las Doce uvas del tiempo

Autor: Andrés Eloy Blanco (Poeta Venezolano)

Madre: esta noche se nos muere un año.
En esta ciudad grande, todos están de fiesta;
zambombas, serenatas, gritos, ¡ah, cómo gritan!;
claro, como todos tienen su madre cerca…
¡Yo estoy tan solo, madre,
tan solo!; pero miento, que ojalá lo estuviera;
estoy con tu recuerdo, y el recuerdo es un año
pasado que se queda.
Si vieras, si escucharas esta alboroto: hay hombres
vestidos de locura, con cacerolas viejas,
tambores de sartenes,
cencerros y cornetas;
el hálito canalla
de las mujers ebrias;
el diablo, con diez latas prendidas en el rabo,
anda por esas calles inventando piruetas,
y por esta balumba en que da brincos
la gran ciudad histérica,
mi soledad y tu recuerdo, madre,
marchan como dos penas.

Esta es la noche en que todos se ponen
en los ojos la venda,
para olvidar que hay alguien cerrando un libro,
para no ver la periódica liquidación de cuentas,
donde van las partidas al Haber de la Muerte,
por lo que viene y por lo que se queda,
porque no lo sufrimos se ha perdido
y lo gozado ayer es una perdida.

Aquí es de la tradición que en esta noche,
cuando el reloj anuncia que el Año Nuevo llega,
todos los hombres coman, al compas de las horas,
las doce uvas de la Noche Vieja.
Pero aquí no se abrazan ni gritan: ¡FELIZ AÑO!,
como en los pueblos de mi tierra;
en este gozo hay menos caridad; la alegría
de cada cual va sola, y la tristeza
del que está al margen del tumulto acusa
lo inevitable de la casa ajena.

¡Oh nuestras plazas, donde van las gentes,
sin conocerse, con la buena nueva!
Las manos que se buscan con la efusión unánime
de ser hormigas de la misma cueva;
y al hombre que está solo, bajo un árbol,
le dicen cosas de honda fortaleza:
«¡Venid compadre, que las horas pasan;
pero aprendamos a pasar con ellas!»
Y el cañonazo en la Planicie,
y el himno nacional desde la iglesia,
y el amigo que viene a saludarnos:
«feliz año, señores», y los criados que llegan
a recibir en nuestros brazos
el amor de la casa buena.

Y el beso familiar a medianoche:
«La bendición, mi madre»
«Que el Señor la proteja…»
Y después, en el claro comedor, la familia
congregada para la cena,
con dos amigos íntimos, y tú, madre, a mi lado,
y mi padre, algo triste, presidiendo la mesa.
¡Madre, cómo son ácidas
las uvas de la ausencia!

¡Mi casona oriental! Aquella casa
con claustros coloniales, portón y enredaderas,
el molino de viento y los granados,
los grandes libros de la biblioteca
—mis libros preferidos: tres tomos con imágenes
que hablaban de los reinos de la Naturaleza—.
Al lado, el gran corral, donde parece
que hay dinero enterrado desde la Independencia;
el corral con guayabos y almendros,
el corral con peonías y cerezas
y el gran parral que daba todo el año
uvas más dulces que la miel de las abejas.

Bajo el parral hay un estanque;
un baño en ese estanque sabe a Grecia;
del verde artesonado, las uvas en racimos,
tan bajas, que del agua se podría cogerlas,
y mientras en los labios se desangra la uva,
los pies hacen saltar el agua fresca.

Cuando llegaba la sazón tenía
cada racimo un capuchón de tela,
para salvarlo de la gula
de las avispas negras,
y tenían entonces
una gracia invernal las uvas nuestras,
arrebujadas en sus talas blancas,
sordas a la canción de las abejas…

Y ahora, madre, que tan sólo tengo
las doce uvas de la Noche Vieja,
hoy que exprimo las uvas de los meses
sobre el recuerdo de la viña seca,
siento que toda la acidez del mundo
se está metiendo en ella,
porque tienen el ácido de lo que fue dulzura
las uvas de la ausencia.

Y ahora me pregunto:
¿Por qué razón estoy yo aquí? ¿Qué fuerza pudo
más que tu amor, que me llevaba
a la dulce aninomia de tu puerta?
¡Oh miserable vara que nos mides!
¡El Renombre, la Gloria…, pobre cosa pequeña!
¡Cuando dejé mi casa para buscar la Gloria,
cómo olvidé la Gloria que me dejaba en ella!

Y esta es la lucha ante los hombres malos
y ante las almas buenas;
yo soy un hombre a solas en busca de un camino.
¿Dónde hallaré camino mejor que la vereda
que a ti me lleva, madre; la verdad que corta
por los campos frutales, pintada de hojas secas,
siempre recién llovida,
con pájaros del trópico, con muchachas de la aldea,
hombres que dicen: «Buenos días, niño»,
y el queso que me guardas siempre para merienda?
Esa es la Gloria, madre, para un hombre
que se llamó fray Luis y era poeta.

¡Oh mi casa sin cítricos, mi casa donde puede
mi poesía andar como una reina!
¿Qué sabes tú de formas y doctrinas,
de metros y de escuela?
Tú eres mi madre, que me dices siempre
que son hermosos todos mis poemas;
para ti, soy grande; cuando dices mis versos,
yo no sé si los dices o los rezas…
¡Y mientras exprimimos en las uvas del Tiempo
toda una vida absurda, la promesa
de vernos otra vez se va alargando,
y el momento de irnos está cerca,
y no pensamos que se pierde todo!
¡Por eso en esta noche, mientras pasa la fiesta
y en la última uva libo la última gota
del año que se aleja,
pienso en que tienes todavía, madre,
retazos de carbón en la cabeza,
y ojos tan bellos que por mí regaron
su clara pleamar en tus ojeras,
y manos pulcras, y esbeltez de talle,
donde hay la gracia de la espiga nueva;
que eres hermosa, madre, todavía,
y yo estoy loco por estar de vuelta,
porque tú eres la Gloria de mis años
y no quiero volver cuando estés vieja!…

Uvas del Tiempo que mi ser escancia
en el recuerdo de la viña seca,
¡cómo me pierdo, madre, en los caminos
hacia la devoción de tu vereda!
Y en esta algarabía de la ciudad borracha,
donde va mi emoción sin compañera,
mientras los hombres comen las uvas de los meses,
yo me acojo al recuerdo como un niño a una puerta.
Mi labio está bebiendo de tu seno,
que es el racimo de la parra buena,
el buen racimo que exprimí en el día
sin hora y sin reloj de mi inconsciencia.

Madre, esta noche se nos muere un año;
todos estos señores tienen su madre cerca,
y al lado mío mi tristeza muda
tiene el dolor de una muchacha muerta…
Y vino toda la acidez del mundo
a destilar sus doce gotas trémulas,
cuando cayeron sobre mi silencio
las doce uvas de la Noche Vieja.

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  1. Siolly Rios
    6 years ago

    Me encantó verlos a todos!!! A pesar de haber sido muy rápida mi visita, lo disfrute muchisimo!!! Los golpeados estaban deliciosos al igual que la compañia!!! Muchas gracias a Yara y a Freddy!!! Que linda manera de despedir al 2017!!! Besos ❤

    1. Hildamar Camejo
      6 years ago

      Gracias mi Siolucha querida! fue verdaderamente un honor tenerte con nosotros aunque poquito pero fue sustancioso… TQM

  2. Siolly Rios
    6 years ago

    Jajaja!!! Disculpen, LOS GOLFEADOS ( no los golpeados)!!! Sorry!!!

    1. Hildamar Camejo
      6 years ago

      jajajaajja

  3. isidastamatti@gmail.com
    6 years ago

    Nuevamente bello Amore. bellisimo el
    poema. tenemos que darle gracias a Dios por tener a nuestra mama. Que lindo que la pasaron espectacular .quien hizo los golfeados tengo anossss que no los como. Un fuerte abrazo de Ano Nuevo que sea para todos hermoso con muchas esperanzas y salud. Que Dios te Bendiga. mua?❤️??

    1. Hildamar Camejo
      6 years ago

      Amore mio! gracias como siempre, los golfeados los hizo Freddy, quedaron muy ricos y de verdad fue el toque mas delicioso de la noche, en Navidad y el 31, creo que la gente hubiese querido que sirvieramos solo golfeados, jajajaja… TQM

  4. Yarai Alvarez
    6 years ago

    Hermoso como todo lo que escribes es tus post comita. Para nosotros fue un honor recibirlos para esta celebracion. Un abrazo muy grande para todos y gracias por acompañarnos en un momento tan especial.

    1. Hildamar Camejo
      6 years ago

      De nuevo gracias Yarucha y familia, por hacer de esta celebracion un momento especial y familiar…

  5. migdalia camejo
    6 years ago

    Bello relato hilda, gracias por describir a tu abuela ramona exactamente como era ella hasta con las peleas con los personajes de las novelas . Asi era el fin de año en casa de la abuela y de la tia dos personajes inseparables.