Hace tan solo unos pocos días, cumplió su primer año “Polar”, el más joven de nuestros perros, hijo de Blizzard y Nevada, una pareja de Gran Pirineos que adornan y custodian “Caballo Viejo”. A finales del año pasado, nuestra dulce Nevada, tuvo una camada de 8 hermosos cachorros, todos muy fuertes y también muy inteligentes. Seis hembritas y dos machos, a uno de ellos lo llamamos “Polar”, nuestro querido guardián.

“Polar” llegó para interrumpir las infinitas siestas de Blizzard y para entrenarse con su madre en el ejercicio de ladrar y vigilar el patio de cuanto animalito se mueva o cuanto transeúnte pase por el frente de la casa.

Es un joven muy apuesto, de buen tamaño y cuerpo atlético, tiene un pelaje blanco muy brillante y ya han ido apareciendo las manchas color arena de su padre.

Su vida transcurre sin mayores sobresaltos y es que su felicidad consiste en salir al patio, ver pastar a las vacas, corretear a lo largo y ancho de la cerca, mojarse, ensuciarse, comer,  y vaya que lo hace con gusto, luego dormir junto a papá y mamá.

Nevada lo ha entrenado muy bien en el arte de cuidar, tiene el carácter de su madre y el porte de su padre. Su llegada ha despertado en ellos un nuevo interés por el patio y un sentido muy fuerte de territoriedad, hasta el punto de amedrentar a algunas personas que se acercan a la cerca a saludarles.

Poco a poco Polar,  irá cambiando la intranquilidad de los jovenes por una vida más calmada y sosegada. Ya extrañaremos entonces su desespero por salir a jugar al patio, por ir a primera hora a acompañarnos abrir la puerta del potrero, su carita sucia después de haber abierto media docena de huecos en el patio, etc.

Al igual que los humanos, ellos también van dejando atrás el ímpetu de la juventud para dar paso a la plenitud y más tarde a la serenidad de la vejez.