Existe una conexión muy especial entre mi vida y el mar. Mis abuelos por parte de padre y madre nacieron en pueblos a la orilla del mar, de hecho mis abuelos maternos, mi madre y dos de sus hermanas, nacieron en una bella isla al norte de la Península de Araya y al sur de la Isla de Margarita, llamada “Isla de Coche” en el estado Nueva Esparta, Venezuela. Mis abuelos paternos, mi papá y algunos de sus hermanos, nacieron en una espectacular bahía llamada “Juan Griego”, en la Isla de Margarita.

Así pues que yo no me podía quedar atrás y  mis hermanos y yo nacimos en Puerto Cabello, un pueblo de costa situado al norte del estado Carabobo, limitando al norte con el imponente Mar Caribe. Toda nuestra infancia hasta llegar a la adultez, transcurrió en Maracay, ciudad a la que adopté, quiero y recuerdo con demasiado cariño. Tomando en cuenta mi origen y el de mis ancestros, el mar es para mí un elemento importante a través del cual me conecto con mi esencia.

Tras el señuelo de una vida mejor y en busca de oportunidades económicas y de estudio, mis dos familias se trasladaron a otras ciudades, la materna hacia el occidente por lo que tengo mucha influencia zuliana en mis costumbres y tradiciones y la paterna hacia el centro del país, en Puerto Cabello, por eso nací allí.

Mi papá siempre decía que mi nombre “Hildamar” estaba compuesto por dos palabras que simbolizaban sus dos amores más grandes, mi madre “Hilda” y el Mar. También existe la versión de que es la combinacion entre “Hilda”, mi mamá y “María” , mi abuelita materna, cualquiera de las dos versiones me hace muy feliz.

A mis hijos les inculcamos siempre mi esposo y yo, el amor y el respeto hacia esa maravilla de la creación, la admiración por sus bisabuelos, ambos capitanes de barcos que viajaban a Curazao, por su abuelo “Camejo” eterno enamorado del mar y todas sus especies, experto conocedor del mundo marino como pocos que conozco, vivió un naufragio de niño y otro ya entrado en años y aun así su amor por el mar permanece intacto.

Desde niña he estado inmersa en esa cultura de pescadores, mi abuelito paterno, José Angel, pescador de oficio, tenía más historias que “Hemingway”, su espíritu y su alegría eran inagotables, te extraño donde quiera que estés. Mi abuelito materno, Antero Marcano, también amante incansable de su mar, dedicó sus últimos años a disfrutar de su isla natal “Coche”, su brisa, sus playas, su arena, fueron algunos de sus compañeros  después de la partida de mi abuela “María”.

También tengo tíos pescadores que han sustentado la economía familiar en la pesca artesanal, para ellos toda mi admiración y respeto por tan noble labor.

Quiero cerrar este pequeño escrito, agradeciéndole a todos los que están y a los que ya se han ido a otros mares celestiales, el habernos inculcado el inmenso amor que sentimos por nuestras raíces.

Dedicado a todos los marineros de mi vida, a esos pescadores incansables y enamorados de su mar…