Me vino a la mente la imagen de aquella isla y entonces decidí que sobre eso debía escribir…
El sol resplandecia sobre aquella orilla, parecía que miles de estrellas se hubiesen caído la noche anterior y hubiesen quedado brillando sobre el agua de aquella serena y hermosa playa. Una arena fina, como pasada por un colador gigante, suave y calientita, servía de calzado para aquellos que habían nacido ya destinados a crecer con poco y mucho a la vez.
Poco porque desde muy pequeños debían vivir sorteando cualquier cantidad de necesidades y limitaciones y mucho porque en aquel lugar, Dios había dado permiso a la naturaleza para que se luciera y esta haciéndole el mayor de los casos, volcó toda su creatividad en este pedacito de tierra de apenas unos cuantos kilómetros de largo por otros tantos de ancho y resultó una gran obra maestra de la creación. La temperatura perfecta, un sol radiante durante todo el año, suelo árido pero cónsono con lo que se quería plasmar, majestuosos acantilados que invitan al romanticismo, idóneos para una declaración de amor estilo película, el clima perfecto para quienes disfrutan el verano, playas cálidas y cristalinas, buena pesca, gente buena.
Ahí le toco nacer, estos eran sus lujos, pequeñita ella y pequeñita sus hermanas, eran todo lo que su madre tenía, su patrimonio, toda su fortuna, aquel emporio constaba de una mujer y sus tres niñas, dos manitos para cada una y dos piernitas también para cada una, que mas podían pedir.
Parece un cuento triste, seguramente debió haberlo sido en aquel entonces para aquella madre, creo también que sus angustias deben haber sido muchas y muy grandes, pero tenerse las unas a las otras fue al menos una bendición.
Trabajaban las tres, no habían opciones, había que comer, había que sobrevivir, cada día, al despuntar el sol, aquellas niñas iban a la plazoleta a vender arepas, su madre madrugaba todos los días para hacerlas y su trabajo era venderlas. Supongo que la inocencia debió haber sido un salvavidas para ellas, el amor a su mamá y esa imagen de sacrificio las marcó para siempre.
Un buen día, la historia cambiaría para ellas, no se quien encontró a quien, pero estaba escrito y así sucedió, que un Capitán de un barco velero las rescatara y llevara hacia un puerto seguro, en donde encontrarían cada una su felicidad.
Teniendo la inocencia y la esperanza como equipaje y dejando atrás el remanso de aquellas aguas y la tranquilidad de aquella isla que las vió nacer, emprendieron una larga travesía hacia un lugar más poblado y con más oportunidades para todos.
No había mucho que recordar de aquellos días, pero aquel pedacito de tierra rodeado de aguas tranquilas y transparentes, quedaría tatuado en aquellos tres corazones para toda la vida.
Crecieron ellas y su familia también, ya más nunca solas, ya sus piecitos podían calzar algo más que la pura arena de playa, la familia había crecido y aquel capitán no solo las había rescatado y llevado a otras tierras, les había dado protección, amor y una gran familia.
Su madre, mi abuela, fue ejemplo de trabajo, de entrega, de amor absoluto, un amor lleno de sacrificios e infinitamente generoso. Dios les permitió y nos permitió disfrutarla y tenerla por muchos años hasta que necesitó de ella, seguramente se le antojo algún alfeñique, funche margariteño, arroz con chipichipi o cualquiera de esas delicias que, como ella, nadie podía hacer, y un día se la llevó.
Les insisto, no es una historia triste, su vida ha estado llena de muchas alegrías. Cuando pienso en ella, ahora que soy grande y tengo mi familia, creo que ella encontró también su marinero, alguien que la lleno de amor y le dio la seguridad y la familia que ella había soñado, quizás también le recuerde un poco ese lugar que un día tuvo que despedir, dejando atrás el mar que la vió nacer, la plazoleta, el sol, la playa, la arena.
Son casi 80 años, no han sido del todo fáciles pero bien que han valido la pena, tenerte ha sido más que un privilegio, una bendición, puedo decir, con mucho orgullo, aunque soy tu hija, que eres como una tortuguita, tímida pero fuerte, con un caparazón duro y un cuerpo blandito. Todavia conservas tu paciencia, tu buena actitud y tu sonrisa, también la humildad de ese lugar donde naciste, en tus ojos cansados aun puedo ver el brillo de la arena y tu corazón es sereno y tiene la calma de las playas de tu bella Isla de Coche.
A un ser extraordinario que me dió la vida y me enseñó a vivirla a su manera. Tu disciplina y tu protección han sido fuertes como esos acantilados de donde provienes y tu amor hacia nosotros ha sido como la brisa marina que sopla y se lleva todo lo malo, nos renueva y nos fortalece.
A ti madre querida, con mi mas profundo amor…
Yarai Alvarez
• 7 years agoComita sencillamente hermoso. Me conmovio, me encanto y sobre todo me hace querer aun mas a esa tortuguita. Muchas bendiciones para todos
Hildamar Camejo
• 7 years agoGracias mi Yarucha querida! Yo se que es asi… Amén!
Luceida
• 6 years agoQue perfecto Comadre, que hermosamente plasmado. Toda una historia de vida, como dices, no triste, sino como Dios le dio el privilegio de crecer y ser. Esa tortuguita es un bastión, presente siempre e infaltable, que formó el corazoncito de esa ardillita tremenda jajajaja, también con un corazón enorme. Dios las continúe bendiciendo.
No hace falta decir que me hiciste chillar jajajaja. Te amo
Hildamar Camejo
• 6 years agoMi luquitas hermosa! siempre es un honor y una alegria muy grande recibir tus comentarios, yo igual te amo y te extrano un montón! Dios los bendiga a todos por allá también!
migdalia camejo
• 6 years agoBello hil, un gran regalo para mi madrina hilda en este dia de las madres , te felicito hija por ese amor tan grande que le demuestras cada dia a ese ser tan mravilloso que es tu mama
Hildamar Camejo
• 6 years agoQuerida Tia, Feliz dia de las madres para ti tambien, has hecho una hermosa labor con tus hijos y los has formado como hombres de bien, colmados de virtudes. Te quiero muchisimo, un abrazo grande! Gracias por apoyarme…